Fue la abanderada de los humildes, la jefa espiritual de la Nación. La más amada y la más odiada. Despertó pasiones y críticas; se convirtió en leyenda. Su nombre escribió un capítulo único en la historia argentina de este siglo. El mundo la llama, simplemente, Evita.
Maria Eva Duarte de Perón nació el 7 de mayo de 1919 en Los Toldos, provincia de Buenos Aires. Hija ilegítima, esa marginalidad empujó su destino. Viajó a Buenos Aires y se convirtió en actriz con suerte dispar. En 1944 conoció a Juan Domingo Perón, con el que se casó al año siguiente y lo acompañó en su ascenso al poder. Durante la presidencia de su esposo impulsó el voto femenino, pero fue su labor social dirigida a los humildes lo que la transformó en mito. Murió de cáncer, el 26 de julio de 1952.
Evita la inagotable. ¿Habrá llegado a imaginar, cuando luchaba por “ser alguien”, que su figura se agrandaría hasta convertirse en uno de los fenómenos mundiales de este fin de siglo? Y además, ¿por qué crece Evita? ¿Por qué sigue asumiendo proporciones que nadie habría previsto hasta hace poco?
Creo que una de las respuestas posibles para esta vida llena de preguntas (el mismo hecho de su vida cuenta con varías versiones) tiene que ver con esa absoluta adecuación entre la voluntad y el «destino”. Evita se hizo a sí misma en una serie de actos voluntarios. Ella se creó una “carrera artística” para la que no tenía demasiado talento, se forjó su belleza (no era espontáneamente linda, pero decidió serlo y lo fue) y, por supuesto, construyó su poder. Fue ella la que eligió sentarse en el Luna Park al lado de Perón; ella la que tomó las riendas, siempre testaruda, siempre incapaz de frenarse, de ponerse límites. Y paradojalmente, ella también la que aceptó el sacrificio, consciente de que su única salida en la Argentina de entonces, y junto al marido que tenía, era admitir lo necesario de enfermarse y morir.
Marginal ofendida y humillada desde su nacimiento, “ser alguien” para ella, significó ser otra, es decir, ser actriz. Todo su itinerario es la búsqueda del nombre, negado por su condición de hija adúltera. Ibarguren, Duarte, Perón, simplemente Evita, ¿cuál fue su verdadera identidad, si tuvo que vivir ocultando el abandono del padre, si para casarse con Perón tuvo que adulterar sus documentos y adoptar los de un bebé muerto al nacer, y si, después de muerta, se pasó casi quince años en un cementerio de Milán bajo un nombre falso?
Obra Social de la compañera Evita:
La trayectoria de María Eva Duarte de Perón (1919-1952) es sin duda la más notable entre las mujeres argentinas del siglo y la única que ha logrado proyección internacional en libros de investigación y de ficción, artículos, películas y la ópera rock de Lloyd Weber que fue llevada al cine.
Su biografía contiene todos los atractivos de un cuento de hadas, una novela o un teleteatro moderno. Evita, la muchacha humilde, nacida en un pueblo olvidado de la provincia de Buenos Aires, Los Toldos, hija ilegítima de doña Juana Ibarguren y del estanciero Juan Duarte, era dueña de una voluntad de superación formidable6.
Se traslada a Buenos Aires en 1935 decidida a ser actriz. Su “prehistoria” es oscura, pródiga en miseria y humillaciones. Trabaja en pequeños papeles de cine y de radioteatro, hasta que se produce el encuentro con Perón, cuando el “coronel de los trabajadores” participa junto a un grupo de artistas de la colecta para ayudar a las víctimas del terremoto de San Juan. El amor es fulminante. Perón, viudo de su primera esposa, debe soportar las criticas de sus camaradas de armas porque convive con esa joven actriz.
La pareja contrae matrimonio en noviembre del 45 y ella comienza a aparecer en todos los actos oficiales para escándalo de la oligarquía tradicional que la convertirá en blanco de sus odios. La Sociedad de Beneficencia, monopolizada por las damas de la clase alta, se niega a admitirla como presidente honoraria. Eva declararía la guerra a esa despectiva oligarquía, pese a lo cual no renegaba del todo de sus pautas de prestigio
Su primera gran actuación pública es en 1947 cuando viaja a Europa con una comitiva para representar a Perón. Franco, “Caudillo de España por la gracia de Dios”, la invita oficialmente porque tiene mucho que agradecerle al gobierno argentino, uno de los pocos que se había atrevido a desafiar el boicot decretado por las Naciones Unidas por considerarlo como un sobreviviente de la derrota nazi: los envíos de trigo argentino le permitieron a Franco aumentar la ración diaria de pan que comían los españoles.
La joven primera dama, agasajada y aplaudida, se desempeña al margen del protocolo, con desparpajo, vitalidad, gracia, gesto dulce para los humildes y desplantes ante los poderosos: con el “Caudillo” español, la antipatía es recíproca. La gira europea continuó con resultados dispares. Evita se desilusionó porque en el Vaticano la recibieron fríamente, pese a la tarea social que ella venía realizando; el Partido Comunista romano la agredió. Y cuando visitó Suiza, la oposición rumoreó que había colocado dinero en una cuenta secreta.
Al regreso la primera dama pisa fuerte. El ministro Bramugua, con quien está enemistada pero que es uno de los miembros más eficaces del gabinete, deberá renunciar. En la reestructuración ministerial de 1950, Eva logra la designación de Armando Méndez San Martín en la cartera de Educación. Desde esta cartera se imprimirá un contenido partidista a la enseñanza8.
La Fundación Eva Perón, creada en 1949 a partir de las tareas de ayuda social que ella venía desarrollando, absorbe las actividades de la Sociedad de Beneficencia en asilos y orfanatos y las multiplican en todo el país. La idea era desterrar la palabra “caridad” y sustituirla por “ayuda social”. Los recursos provienen de aportes exigidos a las empresas privadas y de jornales donados por los obreros. La nueva y eficaz entidad no admite ningún control administrativo.
Evita convierte a la Fundación en su lugar de trabajo. Allí, rodeada de un ejército de asistentes sociales y de gremialistas, atiende hasta altas horas de la noche, vestida con un elegante tailleur en vez de los suntuosos modelos que lucía en los primeros tiempos. Sigue siendo una apasionada de las joyas y esto lo saben bien sus aduladores que la colman de alhajas, pero su labor la absorbe cada vez más y la gente humilde se lo agradece. No rehuye el contacto físico con los enfermos, los ancianos, los necesitados. Ella “dignifica” al pueblo; Perón “cumple” las promesas. Su discurso es agresivo, pasional y su voz ronca oscila entre el amor al “humilde pueblo trabajador” y el odio a la “oligarquía vendepatria”.
Esta mujer joven, sin instrucción, aprende con rapidez el papel histórico que Perón le ha asignado. Y por todo eso Evita, lejos de adoptar actitudes feministas, se manifiesta eternamente agradecida a su marido, según puede leerse en las páginas de La razón de mi vida. Este libro escrito por encargo se convirtió en texto obligatorio para los establecimientos educativos dependientes del Ministerio de Educación.
Votan las mujeres:
En 1951 la mujer argentina concurrió por primera vez a las urnas como votante y como candidata. La ley 13.018, largamente esperada por el movimiento sufragista, se había aprobado por fin en un contexto bien diferente del que soñaron sus promotoras: Alicia Moreau de Justo, Elvira Rawson, Julieta Lanteri, Victoria Ocampo y María Rosa Oliver, para citar a algunas de las pioneras de esa lucha secular. La ley, votada por unanimidad en 1947, fue publicitada como un logro exclusivo del peronismo y de Evita.
Eva comenzó entonces la selección de mujeres líderes con el objetivo de formar la rama femenina del Partido Justicialista. Las eligió por su capacidad de trabajo y de entrega, más que por sus antecedentes profesionales y así, con el impulso de las “chicas”, se organizó la rama femenina.
En los comicios nacionales de 1951, votó el 90% del padrón femenino. Por cierto que estos votos favorecieron al peronismo por encima del sufragio masculino y le permitieron ganar en la capital, el distrito más opositor.
En el Congreso de 1952 hubo un 25% de representación femenina, la más alta en la historia del siglo. Pero ninguna de las pioneras feministas ingresó a las Cámaras. Una de éstas, Alicia Moreau de Justo, la infatigable viuda del fundador del Partido Socialista, ni siquiera pudo acudir a los comicios: había orden de detención contra ella”.
“El renunciamiento”
En 1951 se trataba de saber quién acompañaría a Perón en la fórmula del justicialismo. El coronel Mercante había caído en desgracia poco antes; Quijano estaba viejo y enfermo; en medio de la incertidumbre, la CGT propuso a Eva para la vicepresidencia, es decir, la fórmula Perón-Perón.
En apoyo de la singular propuesta se convocó el cabildo abierto del 22 de agosto de 1951 y se declaró una huelga general a fin de facilitar la convocatoria. Centenares de miles de personas vinieron desde los puntos más remotos del país por cuenta del transporte oficial. Esa tarde, la compañera Evita dialogó en la plaza del Obelisco con las delegaciones de trabajadores que reclamaban su incorporación a la fórmula. Muy emocionada, postergó su decisión y finalmente, días más tarde, renunció.
No había obtenido el indispensable aval de Perón. Las interpretaciones difieren en cuanto a las causas del "renunciamiento”. Perón probó el ambiente y se dio cuenta de que el nombre de Eva provocaba un reacción adversa en los militares, dicen unos. Félix Luna supone que el proyecto abortado le sirvió al presidente para ganar tiempo y congelar la lucha interna por la vicepresidencia cuya postulación finalmente quedó para Quijano, quien al poco tiempo falleció.
Evita se encontraba enferma de cáncer desde comienzos de 1950. No se había atendido a tiempo, desechando el consejo de los médicos. Cuando se operó ya era tarde. Murió el 26 de julio de 1952, luego de una larga agonía y de apariciones públicas y discursos que le demandaron un esfuerzo tremendo. Su fallecimiento generó un duelo nacional. Días y días de desfile incesante ante sus restos que serían embalsamados para permitir la perpetuación del culto de “Santa Evita”, la “Abanderada de los humildes”, la “Jefa espiritual de la Nación”.
Sus restos fueron guardados en el edificio de la CGT a la espera del gran monumento público donde serían expuestos para siempre. La Revolución Libertadora hizo desaparecer el cadáver, lo cual contribuyó a aumentar la fuerza del mito.
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